9.6.09

pequeños placeres pictóricos




Como poder describir el placer de pintarme las uñas. El más alto nivel lo siento cuando me quedan “súper bien” la de los pies. El color coral (Shophisticaded Susanna) se ha convertido en mi favorito desplazando así, la hegemonía del esmalte color Rojo Intenso. Aunque el Midnight Passion (similar al color de la uva negra) me mata, sólo lo utilizo con frecuencia durante la temporada otoño-invierno. El pintalabios favorito de mi madre era de color coral y es importante para mi descubrir con estos detalles como me uno a ella.

El ritual de pintarse las uñas requiere un tiempo especial. No es una tarea sencilla. Lo primero es medir el grado de temblor de mis manos, relajada es el mejor momento para trabajar. No se puede por ningún motivo, tener algo relevante que hacer en la siguiente media hora a partir del comienzo, ya que el secado, es un paso primordial e inalterable. Media hora en la que tienes el derecho absoluto de perder el tiempo y una buena oportunidad para darle un repaso mental a mis cuestiones. Dependiendo de una serie de factores sin trascendencia, elijo si pintar la de las manos o la de los pies. Siempre me ha parecido poco elegante el exceso de maquillaje. El pincel del esmalte algunas veces me trae problemas, si no es bueno, la pincelada suele ser imperfecta, dificultando así el resultado óptimo de la superficie perfectamente lisa. La primera pincelada debe ser aplicada al centro de la uña, la segunda a la derecha y la tercera a su izquierda. El pincel debe ser presionado levemente, logrando así, cubrir la superficie con solo tres brochazos. Está completamente prohibido repasar. De los pies, el dedo gordo es el más trabajoso y el que mayor poder de concentración requiere. El dedo pequeño no es mucho más sencillo ya que el brochazo debe ser rápido, corto y certero. En las manos, el dedo anular presenta para mi alguna dificultad que no logro muy bien identificar. Los ángulos son definitivamente lo más complejo. La frecuencia de la pintura desgasta mis uñas, las ha vuelto extremadamente frágiles. Antes de dar la capa de esmalte, debo aplicar un protector de uñas translúcido, lo que hace que la operación pictórica se duplique. Aunque debo reconocer que el protector no requiere de la misma destreza que el esmalte. Mi pequeño y pictórico placer cotidiano me ha llevado a desarrollar, hoy por hoy, una importante obsesión en torno a las manos y las uñas de los otros. Es un ejercicio particular observar manos y uñas e inventar paralelismos con la personalidad de quien las lleva.

Las manos de mi padre son un recuerdo tan presente. Son las manos de quien trabaja la tierra; rugosas, ásperas, grandes. Son imperfectas. Contienen su historia que en parte también es la mía. Aparentemente no, pero mi padre cuida sus uñas, a su manera y tan distinta a la mía. Pero a él, como a mí, nos gusta perder el tiempo en ellas. Es importante para mi descubrir con estos detalles como me uno a él.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tanto tiempo, no se si porque llueve intensamente en el puerto principal y hace frío, o porque este fin de semana nos acordamos de ti o porque "nada, nuevamente vuelve a ser casualidad" hoy buscando información sobre hoffmann´s house apareciste por ahí con tu blog. Que gusto saber que estas por ahí escribiendo, me gusta lo que leo, muy femenino, muy íntimo y sobre el placer que compartimos de pintarnos las uñas, una recomendación para tu colección: Laura Pardo, Colombiana tiene una serie de trabajos interesantes con esmalte de uñas.....nada es casualidad
un beso
Isabel Ibáñez
p.s: los corderitos siguen creciendo