2.6.09

¿que por qué me gusta warhol?




Hoy en la librería encontré a Mar, mientras pasaba mis ojos por enésima quinta vez al libro Diarios de Andy Warhol, que nunca he comprado y no sé muy bien porque.
Después del beso de rigor, Mar se da cuenta de lo que tengo en mis manos y me pregunta con cara de medio sorpresa, medio decepción, ¿por qué te gusta Warhol?. Hace años no nos veíamos, jamás nos frecuentamos, no la conozco, no me conoce. Entonces con mi mejor sonrisa le dije que, no sabía. Fin de la conversación.
De regreso a casa no he dejado de pensar en el encuentro. En general existe una percepción frívola y banal acerca de la obra de Warhol que no me interesa discutir. El uso de la imaginería de la baja y de la contra cultura, no tiene para mi mayor interés, así como tampoco el análisis superfluo de la creación del mito. Warhol inventó el disfraz que le acomodaba para esconder tras él la profunda tristeza y melancolía que lo superaba. Lo cierto es que, la frivolidad aparente de su obra es un engaño absoluto y la categoría del Pop le queda pequeña. Es esta la conversación que me pierde, pero seguramente intuí que con Mar no llegaríamos ni por asomo a ello.
Warhol a diferencia de los artistas norteamericanos de su generación, se hizo servir de todos aquellos artilugios del personaje inventado para hacerlo obra. La idea del artista como estratega la inventa él, la manipula, la conoce, la utiliza alejándose cada vez más de aquella idea romántica del artista genio incomprendido que se mete al bolsillo para desplegar lo opuesto: una figura ultra contemporánea, inserta en una sociedad de consumo, rodeada de flashes y repleta de sin sentido. Warhol se construye sin referentes y en Andy, nada es casual. Todo este espíritu es tan bien descrito por Estrella de Diego en su Tristísimo Warhol: cadillacs, piscinas y otros síndromes moderno
Rey de la serigrafía, plebeyo del video, príncipe del Studio 54, consorte de la escritura, Warhol es de profesión publicista, y de entrada ya podemos hacer un paralelismo con el uso de los íconos ordenados en clave meramente estética. Evidentemente él tiene muy claro el valor diferencial que las cosas adquieren por el solo hecho de llevarlas al lienzo. Publicista prendido de las naturalezas muertas y de aquel género pictórico erróneamente entendido como menor; el bodegón. Retratista de su corte ( y vaya corte!), plagada de personajes que, como dice De Diego, algo de melancolía y tristeza arrastraban. Bodegones de Coca-Cola, latas Campbell’s y detergente Brillo. Resulta que al final eres un pintor clásico y el bodegón nos une Andy, hoy más que nunca.
Como me gustaría sentarme con Estrella a conversar de nuestro Andy, ella dice que su obra hace realidad muchos de sus propios sueños y hacer realidad los sueños privados es lo que cuenta, pase lo que pase con los ajenos, con los públicos. Warhol logra la perfecta unión entre la noción de consumidor y de productor. Y lo anuncia como el más complicado de los personajes, el más fascinante. Y le creo.

Vaya idiotez la mía de no responder.

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