1.3.09

contra la discriminación positiva


Solo recuerdo haber llorado en dos ocasiones observando un trabajo artístico y coincidentemente las dos han sido en el mismo lugar. La primera fue durante mi último trabajo en Dies de Dansa, mientras María Stamenkovic bailaba y la segunda ha sido ayer, con Kiki Smith en su exposición Her Memory.

La razón por la que hablo de mis sentimientos no devela más que una de esas extrañas y deliciosas coincidencias que me permiten accionar la escritura.

Sin complejos para utilizar la palabra belleza, Her Memory es una de las exposiciones más hermosas que he tenido la oportunidad de ver. Desde la sutileza formal de cada una de las piezas que la componen hasta la capacidad de la autora para materializar en obra, conceptos tan fundamentales en el arte……y como no, aquellos que forman parte también de la vida misma.

El recorrido de la exposición presenta distintos estados en tanto que, distintas etapas de la vida. Y de la vida de una mujer, claro está, es Kiki Smith, una transmisora incansable del universo de esa mujer y de los fantasmas que en él habitan.

Asquerosamente femenina, su trabajo formal es delicado y frágil. Dibujos de papel natural, papel intervenido, recortado, pegado, manipulado y vuelto a pegar, capas que remiten a pieles y decenas de sillas también de papel, despojadas de su función utilitaria, imposibles de ocupar. Y flores, muchas flores.

Y todo se trata de ciclos y de la transmisión de la experiencia. Carne vieja, arrugas que indican el paso del tiempo, mujeres que levantan su mano en una acto que puede ser de reflectar o de rechazar, y la luz, que funciona como hilo conductor mediante distintas maneras de representarla; bombillas que no iluminan pero que brillan, vidrios blancos semitransparentes que parecen estar flotando en medio de la sala como si se tratase de ventanas de sueños que se abren frente a la vista de uno, y vidrios reflectantes que son utilizados como lienzos y que al ser observados plasman el cuerpo deformado de quien los mira.

Y como existe la luz, existe también la sombra.

Y la sombra nos lleva a la muerte, es entonces que entiendo que las flores -objeto femenino por excelencia-, son la correcta representación del ciclo de la mujer. Y la muerte, sigue rondando por ahí.

Kiki Smith juega con la apariencia y es ello quizás lo que apretó mi corazón. Como una bofetada que no esperas recibir, allí está Her Memory recordándote la complejidad de la experiencia femenina, y diciéndote: “hola, soy mujer, por lo tanto esta exposición va de mujeres y probablemente solo para mujeres, ¿existe algún problema?

Y ahí está uno, soltando lágrimas frente a una obra que habla de la transmisión de la experiencia, de la fragilidad del todo, del dar y recibir, del tiempo y del espacio, de la transparencia y la oscuridad, de la vida y nuevamente también, de la muerte.

Y esto al fin y al cabo, no se trata solo de mujeres.

1 comentario:

formentera dijo...

Kiki Smith es valiente porque se desnuda y todo lo que ella es, lo que piensa y lo que siente, queda a expensas de desconocid@s como nosotr@s que, a la vez, nos sentimos descubiert@s en ella. Magnífica en la Miró. Sutil, rotunda y cada vez más perfilada, como si cada vez encontrara en la forma el medio exacto, milimétrico, de expresar lo que ella es con esa vehemencia aparentemente frágil que la hace reconocible... Ahí radica su fuerza.